
GLM – 19
Una vida dedicada al golf
Rafael Silvela y Alós ha dedicado prácticamente toda su
vida profesional al mundo del golf. Pocos gerentes han
estado al frente de la gestión de un mismo club durante
tanto tiempo como es su caso. Antes de que César de
Zulueta y José Goizueta contaran con él para dirigir Golf
La Moraleja, Silvela había trabajado durante cuatro años
en una entidad financiera (tres años en Estados Unidos y
uno en Francia), había sido directivo de Puerta de Hierro
y formado parte del equipo promotor de Las Encinas de
Boadilla. En 2001 la Real Federación Española de Golf le
concedió la Medalla al Mérito en Golf.
El deporte –y en especial el golf y el pádel– ha sido
siempre una de sus pasiones. Casado desde hace 55 años
con Carmen Mendizábal, tiene cinco hijo: Pablo, Sofía,
Rafael, Ana y María. Y no pierde la ocasión en recordar que
esta última ha sido treces veces campeona de España
absoluta de pádel y dos veces campeona del mundo. Una
afición que con toda seguridad le transmitió él mismo,
ya que Silvela fue campeón de España de equipos y de
veteranos y seleccionador del equipo nacional.
Rafael Silvela está sentado en el salón. Son las diez de la
mañana y se ha vestido con chaqueta y corbata. Al otro
lado de la ventana, una cancha de bádminton ocupa toda
la superficie del patio trasero. Frente a Silvela, en el otro
extremo de la habitación, un retrato de su mujer, una
jovencísima Carmen Mendizábal, obra del famoso pintor
Ricardo Macarrón.
Treinta años como gerente del club... Eso es toda una vida.
Entonces, trabajar en un sitio durante tanto tiempo era
más normal. Ahora, con esto de los head hunters y esas
cosas, los puestos cambian continuamente.
Ha estado en el club desde sus inicios, prácticamente desde
que Golf La Moraleja abrió sus puertas, ¿es así?
Antes que yo, la gerencia la llevó el conde de Salvoni. Me
lo habían ofrecido antes, pero yo había dicho que no. Sin
embargo, Salvoni lo dejó a los pocos meses y volvieron a
llamarme. En ese momento acabé unas cosas que estaba
haciendo y me vine.
¿La promoción y construcción de Las Encinas de Boadilla?
Así es. José Goizueta y César de Zulueta me ofrecieron el
puesto y cuando terminé en Las Encinas, me vine.
Así que, cuando llegó, quedaban aún muchas cosas por hacer
en un club que acaba de ponerse en macha...
Al principio lo importante era la venta de acciones. Los
promotores hicieron una cosa que era muy generosa por
su parte: pagaban la cuota de las acciones que no se ha-bían
vendido. Así que tenían bastante urgencia en ven-derlas.
Aquellas acciones salieron a la venta a un precio
baratísimo. Cuatro acciones costaban 92.000 pesetas.
El club se fue entonces ampliando poco a poco. Al
principio, como sabrás, sólo un chalet social, un campo
de golf, tres pistas de tenis... ni siquiera había gimnasio.
En pocos años se amplió muchísimo.
¿Y las acciones se vendieron tan rápido como se esperaba?
Un paquete importante de acciones se vendió entre los
vecinos de la urbanización de La Moraleja. Compraron to-dos.
A la larga, eso fue un problema: una familia de cuatro
o cinco hijos compraba cinco o seis acciones y, más tarde,
con los años, se daban cuenta de que sólo estaban usando
la mitad porque algunos de sus hijos nunca iban al club.
Así que, al cabo del tiempo, cuatro o cinco años, querían
deshacerse de ellas y salieron a la venta.
¿Cómo era la gestión del club una vez vendidas las acciones,
en los años 80 por ejemplo?
Gestionar un club de 6.000 socios y con 100 empleados
siempre supone trabajo. Y además manejábamos un pre-supuesto
importante. En aquellos años funcionábamos
con una oficina con unas pocas personas y un director
administrativo. En un club privado de socios es muy im-portante
la Junta Directiva porque una Junta Directiva
que funcione te ayuda muchísimo. Y también son muy
importantes los comités para que todo marche bien, cla-ro.
En aquellos años se formaron los primeros comités, el
de golf, el de tenis, el legal... Y los socios que formaban
parte de los comités ayudaban muchísimo. Que todo fun-cionase
a la perfección no era sólo la labor de un director,
sino el trabajo de muchas personas.
Golf La Moraleja es el más joven de los grandes clubes de Ma-drid
¿Cómo fue la relación en esos años con los otros clubes?
Nos recibieron todos muy bien. Tuvimos desde el prin-cipio
una muy buena relación con todos los clubes. De
hecho, hicimos una correspondencia diaria de 4 jugado-res
por día: los lunes jugábamos en el Club de Campo, los
martes en el RACE... Y ellos a su vez venían a La Moraleja
a jugar esos mismos días.