El Real Club La Moraleja constituyó la Fundación Bing Crosby en octubre de 1978 como una institución “benéfico-cultural permanente; de carácter privado, sin fin lucrativo alguno y primordialmente cultural”. En sus estatutos originales se expresa así la naturaleza de esta fundación: “Se constituye en memoria de Bing Crosby, quien, durante toda su vida, apreciando que el deporte es una parte importante de la cultura, dedicó un especial interés al golf, a favorecer y promocionar su difusión y a estimular y ayudar a cuantos hacían posible su práctica”.

 

El origen de la Fundación

En el origen de esta fundación se encuentra el triste fallecimiento de Bing Crosby, el 14 de octubre de 1977, al finalizar un partido de golf en el club. Ésta es la historia de aquel partido y del nacimiento de la Fundación

Octubre de 1977. Una de las grandes estrellas de Hollywood, uno de los cantantes y actores con mayor éxito internacional en aquel momento, se encuentra en Madrid. Conocido mundialmente por canciones como White Christmas o películas como Going My Way, donde recibió el Oscar al mejor actor, hicieron de Crosby una leyenda.

Bing Crosby, invitado por su amigo César de Zulueta, ha llegado a España con la intención de jugar al golf y de participar en una jornada de caza.

El 14 de ese mes, César de Zulueta, presidente del Real Club La Moraleja en aquel momento, organiza un partido en el que dos profesionales del club, Valentín Barrios y Manolo Piñero, jugarían con Bing Crosby y el propio Zulueta en el campo de golf del club, el primer diseño de Jack Nicklaus en Europa, que había sido inaugurado sólo un año antes.

“Don César me llamó aquella mañana. Había ido a recoger a Crosby con el coche. Al día siguiente participaban en una jornada de caza en Toledo, pero antes, iba a llevarlo al club para jugar un partido de golf. Me pidió que llamara a Manolo Piñero. Comimos juntos, una comida estupenda, muy agradable; y después salimos a jugar”, cuenta Valentín Barrios.

El partido comenzó y se desarrolló tal como estaba previsto. “Un gran partido”, comentó Crosby cuando, al terminar el hoyo 18, hacia las seis y media de la tarde, se volvió a un pequeño grupo de admiradores congregado en los alrededores del último green del Campo 1.

El artista, que formaba equipo con Piñero, había firmado una tarjeta de 85 golpes y se mostraba pletórico, a pesar de que había perdido el partido: ganaron César de Zulueta y Valentín Barrios en el hoyo 17.

“Era un hombre muy simpático, junto al hoyo 8 estaban construyendo un hotel. Se percató de que los obreros estaban cantando y se acercó a la valla para unirse a ellos. En el 15, ya nos había invitado a los tres a participar en la edición de su propio Pro-am, que se celebraría pocos meses después. Todo fue estupendo”, continúa Barrios.

Sin embargo, en el corto camino que separa el green del 18 de la casa club, Crosby cayó al suelo fulminado. Sus compañeros pensaron que había resbalado: no había mostrado ningún signo de fatiga, nada que hiciera sospechar que su vida estaba a punto de terminar. Los intentos por reanimarle fueron inútiles y Crosby falleció a las pocas horas, aquel 14 de octubre, cuando tenía 74 años, de un ataque al corazón.

“Veníamos comentando el partido, bromeando porque habíamos ganado… Y Crosby nos decía que había que repetirlo en Estados Unidos. Cuando estábamos llegando a la plataforma, antes de la cafetería, se cayó. Juan Laiseca, médico y socio del club, le atendió inmediatamente. Estuvimos intentando reanimarle hasta que llegó la ambulancia y se lo llevaron al Hospital de la Cruz Roja”.

Desde el club, se telefoneó a su esposa para comunicarle el fatal acontecimiento. La señora Crosby comentó que, a pesar de la pena, era maravilloso que su esposo hubiera muerto rodeado de amigos y haciendo lo que más le gustaba. En el orden de preferencias del artista, la primera era cantar y la segunda, el golf. “Lo primero que nos preguntó es si había jugado bien”, confirma Valentín Barrios. “Le dijimos que fenomenal, que había sido un día estupendo”.

 

La Fundación

La visita de Crosby al club se produjo un viernes de octubre de aquellos primeros años de vida del club en los que el campo apenas estaba ocupado. Había muy poca gente jugando y nadie sabía de su visita. Sin embargo, algún fotógrafo logró enterarse y captar varias imágenes que vendió a la agencia EFE.

Valentín Barrios lo relata así: “Don César lo supo y me pidió que hiciera una gestión con aquellos fotógrafos. El club no tenía ningún interés en lucrarse; pero sí creía que el dinero obtenido con las fotografías de su último día de vida debería emplearse en la memoria de Bing Crosby. Hablamos con la familia y les propusimos la idea de crear una fundación. Enseguida se mostraron encantados. Finalmente, tras varias gestiones, se consiguió para el club el dinero de la venta de aquellas fotografías y ése fue el germen de la Fundación Bing Crosby”. Eran algo más de seis millones de pesetas que iban a emplearse –en memoria del artista norteamericano– en ayudar a los caddies y a los profesionales.

Los estatutos definían, en su artículo 4, los fines de la fundación: “El fomento y la promoción del deporte, principalmente del golf, y de la cultura entre los caddies, aprendices y profesionales de Golf La Moraleja, S.A:, o de aquellos que con ésta tengan vinculación”.

Este artículo se ha redefinido posteriormente ampliando esos fines para “ayudar a empleados o profesionales de golf en lo que corresponda a su formación, o en su caso, a otras causas benéficas que en cada momento se determinen”.

En cumplimiento de su fin primordial, la Fundación Bing Crosby ayudó durante largo tiempo a los caddies. Para ellos –en los primeros años llegó a haber 90 caddies en el club– se creó una escuela en la que recibían clases de Educación General Básica y se examinaban para obtener el título oficial. Además, se colaboraba con sus familias en momentos de especial necesidad.

Posteriormente, a medida que la figura del caddie fue desapareciendo, la Fundación empezó a apoyar a los profesionales de golf que comenzaban a competir, ayudándoles a sufragar los gastos de viajes y hotel. Si el profesional ganaba los suficiente en el torneo, retornaba las ayudas a la Fundación.

Los profesionales han continuado siendo los principales beneficiarios de la Fundación a través de ayudas a la formación, especialmente en nuevas tecnologías.

Para mantener los fondos de la Fundación, se han realizado diferentes actividades a lo largo de la historia del club. El Pro-am Bing Crosby, que se ha celebrado con este fin durante más de 30 años, es una de ellas.

No obstante, con el tiempo y, sobre todo, con la limitación de los objetivos planteados en los estatutos originales, la institución fue perdiendo su energía inicial.

En 2018, cuando se cumplía el 40 Aniversario de la fundación, el Real Club La Moraleja se propuso relanzarla y convertirla en el camino lógico y coherente de encauzar su responsabilidad social corporativa y convertirla en un instrumento valioso para el entorno social del club.

En ese empeño, se ha trabajado en la revisión de los estatutos para adecuarlos a los nuevos tiempos y reorientar sus objetivos.

El club desea que el homenaje a Bing Crosby se plasme en actos concretos en beneficio de su entorno social más cercano. Exactamente lo mismo que el cantante hizo a través del pro-am que puso en marcha en California en 1937 (The Bing-Crosby Pro-am) y que, a día de hoy, ya bajo otro nombre, es el pro-am más antiguo del calendario internacional de golf.